El malestar emocional no viene siendo otra cosa que un mero
guardián de la propiedad. ¿Qué más se puede pensar cuando se nace
en una familia de catatónicos, se llega
a tener acceso a Internet y ahí se conoce a gente que impresiona por
su nivel cultural, su manera de ver el mundo, pero también por sus
obsesiones?
Mensajes extraterrestres, tomografías computarizadas de control
mental, amenazas de colocarnos dispositivos microscópicos para saber
hasta en qué momento nos estamos acostando con quién, todo eso
mezclado con esperanzas de salvación, certezas de revelaciones
divinas, políticos y reyes que se convierten en dinosaurios a la
vista de princesas que terminan siendo asesinadas por tal motivo.
Un boquete en el Polo Sur que anuncia
la entrada al centro de la tierra, con pistas de aterrizaje para
naves espaciales y la espera de un fin del mundo que no se acaba de
concretar.
Huesos duros de roer y sin embargo, lo suficientemente vulnerables
como para llorar la pérdida de una guitarra, exhibir su miedo cuando
dicen que son víctimas de acoso electrónico, que se ven forzados a
contemplar al tío esquizofrénico, que cree hablar con los muertos,
como si estuviera sano. Entonces hay que pensar en frecuencias ajenas
al resto de la humanidad para salvarle, para salvarse ellos mismos
también del dolor que implica asumir que se está viviendo en un
pozo al que no se le llega a ver fondo.
Y unos a otros se atraen. La que brinca de una religión a otra
sin comprometerse a nada, cruza en avión el océano para conocer en
persona al que ve a los muertos hablando con el hermano de su madre,
que a su vez se hace amigo de una luchadora por que se acaben las
corridas de toros, que está entretenida, sondeando por chat a la
mexicana que es objeto de atención del que contempla a quien habla
con muertos.
La mexicana, de pronto, escribe en su inbox "espera un
momento" y atiende la solicitud de amistad de un ex militar joven, que ha dejado atrás su proyecto de ayudar
en la revolución de Marinaleda porque
se encuentra parado, en casa de su
madre. Una zona de comodidad muy difícil de abandonar y prefiere
llenarse de animales, a falta de una mujer que se arriesgue a
llenarlo de hijos y permanecer a su lado.
Alguien comienza una más de sus reyertas por no importa qué
motivo, nada más quiere pelear, ganar, obtener perseguidores para
sentirse importante. La mexicana, sin pensar, defendió a los
adversarios pero ya se ha convertido en debunker
de cabecera del que perdió la guitarra.
Trolear o no trolear... he ahí el dilema. ¿Y qué puede ser más levantado para el espíritu? ¿Poner la otra mejilla cuando se recibe una bofetada, o contestar al abusivo con un puñetazo de la misma proporción del que se recibió? Quizá resulte mejor engañar al enemigo, sentarse a llorar para su beneplácito, para que se confíe y entonces, aprovechar el momento propicio para darle una buena puñalada por la espalda...
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