martes, 20 de agosto de 2013

Amor, mas, ¡oh, con un diablo!

Se enfureció cuando leyó mi post acerca de las consecuencias 

del consumo de pornografía en Internet.


Me acusó de estar atentando en contra de su espiritualidad.

Lo cierto es que yo quería ver si él salía en los documentales 

de sexo urbano.


Aunque la página fuera suya, la obsesión, en todo caso, 

era mía y el problema también.


Encontré mi modo de matar pulgas cuando le pedí la receta de 

las pollas en escabeche con salsa de caramelo.


A pesar de que es un manjar de dioses, no apto para mujeres 

viejas porque se les puede subir la presión arterial, consintió 

en decirme que se preparan de una forma sencillísima: 

No te bañes ni te cambies en dos días y piensa que estás en la 

selva.


Ya tenía la explicación de su cara de perro, pero aún no 

entendía sus apetencias por ese platillo, si pregonaba a los 

cuatro vientos que iba a vivir del aire.


Se enfureció una vez más cuando hablé de que en la 

gastronomía erótica se hacen asociaciones con cosas que 

están catalogadas como de mala educación.


Y poco faltó para que me golpeara por mencionar el eterno 

debate de carnívoros contra vegetarianos.




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