miércoles, 7 de agosto de 2013

Bendito entre las mujeres

Aunque no nos considere respetables, 

las mujeres somos parte de su

séquito, pieza esencial de la que no puede prescindir, 

ya que necesita algo o alguien que le infle la vanidad, 

que esté pendiente de todas y cada una de sus rabietas, 

que le otorgue, a cada paso, un título nobiliario 

que lo acredite como alguien difícil de tratar, que oculta, 

hasta para él mismo, el verdadero ser creativo y bondadoso 

que se esconde, que, aún bloqueado, está presente, 

cercano y escurridizo, y se oye, a su paso, el coro de 

voces femeninas. 

Rezan, claman, aúllan.





-Jauriume el Terrible.

-¿Por qué ya no has venido?

-El Zar de Todos los Perros.

-Que nunca nos rescatará.

-El Gran Señor de las Fauces.

-¿Qué insultos vomitará?

-Príncipe de las Mordidas.

-¿Qué palabras tartajea que no le puedo entender?

-El Capitán Dentellada.

-¿Qué hueso quiere roer?

-Jauriume I y su Séquito de Malvados.

-¡Que Dios nos agarre confesadas!



Entonces, se lleva a cabo una boda, 

el fatídico enlace matrimonial con

una mujer que no fue tampoco su novia, 

sino solo una amiga a quien apreciaba. 

Se resiste porque no está preparado 

y ella no lo asume, se inventa que sí la quiere, 

se autoengaña con que son almas gemelas y

cosas por el estilo.


Para ella, en su mente, llena todos los requisitos 

que pide un soberano tan estricto, porque ni complejos tiene, 

perdona porque sí, no importa lo  

que le hagan, habla siempre bonito, 

sin una palabrota y no le gusta el

sexo.





Irán de luna de miel a cualquier sitio 

en donde esté Prohibido Prohibir,

donde sea posible cumplir con la misión kundalini 

del karma de sus antepasados; 

donde puedan compartir sus mutuos Despertares y dar el



Él, la levantará en vilo, la llevará en brazos 

a lo más alto de la Plataforma Conspiranoica, 

tomarán Conciencia Pránica, se entregarán

con todo el desenfado a ejecritar la 

Espiritualidad a Través de Cuerpo y, con un poco de 

prepotencia, ella se asustará y no se dará cuenta de que

él es impotente.


Él la llevará consigo, andando de foro en foro, 

dolor de una cincuentona, con los cabellos teñidos, 

al aire, como banderas, pues ya se la llevó al

río creyendo que era mozuela y no nos dice, 

por hombre, las cosas que ella le dijo.





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