Vagó por todos los confines de la web y un día, llegó al palacio de la Condesa de Chilangolandia. Ahí tuvo lugar el gran derrame de bilis. Pintó las murallas del castillo con grafitis de todos colores y expresiones, hasta que la señora de la casa, aburrida, lo quitó de su lista de amistades.
Tiempo después, volvieron a agregarse, pero entonces, la Condesa vio con qué saña Jauriume achantaba a la gente de otros países. Comenzó a telegrafiar a los contrincantes y enseñarles los puntos débiles de aquel grandísimo troll. Desde entonces están en guerra, la Condesa lo ha descobijado más de una vez y colorín colorado, que este cuento no ha acabado.
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